Dormir sin almohada ¿Es bueno o malo?

Dormir sin almohada ¿Es bueno o malo?

Sobre la cuestión de decidir si lo más natural es dormir con o sin almohada se han planteado muchas alternativas. Corre, incluso, algún que otro mito sin ninguna justificación, que asegura que dormir sin ella es lo más natural.

Parece que, en principio, no debería extrañarnos que el ser humano durmiera sin necesidad de apoyar la cabeza en ningún sitio, ya que la naturaleza no ha dispuesto de medios físicos para hacerlo. 

Sin embargo, dormir con almohada, no es algo relativamente nuevo para nuestra especie, ya que lleva miles de años durmiendo con la cabeza apoyada en algún soporte. 

Los datos más antiguos apuntan a la Mesopotamia de hace 9.000 años, aunque por entonces las almohadas fueran de piedra. Se supone por la necesidad de alejar a los insectos de lugares tan sensibles como los oídos, la boca o la nariz.

También se encuentran en los egipcios y a los griegos y romanos clásicos se les atribuye la creación de las primeras almohadas de plumas y paja.

No obstante, no faltan las personas que dicen que duermen mejor sin almohada y aseguran que incluso contar con ella les supone mayor incomodidad y algunos dolores. Son aquellos que sufren molestias de cuello o cervicales y parecen sentirse aliviados al prescindir de almohada. 

Aunque hay que tener en cuenta que esas dolencias suelen estar relacionadas con pinzamientos y contracturas que deben ser tratadas por un médico.

Ventajas de dormir con almohada

Ventajas de dormir con almohada

Por resumir la cuestión, el hecho de dormir o no con almohada es una cuestión que tiene mucho que ver con los gustos personales. 

Pese a todo, lo más normal es que la inmensa mayoría de médicos y fisioterapeutas aseguren que, en términos generales, dormir sin almohada no es bueno para la salud. 

Eso quiere decir que, en la amplia mayoría de situaciones, dormir sin almohada es una mala idea, porque existe el riesgo de adoptar una postura absolutamente antinatural

En esta postura, el cuello permanece forzado y torcido durante muchas horas y redunda en problemas musculares y óseos.

Está efectivamente comprobado que la almohada supone un soporte muy adecuado para favorecer la alineación correcta de las vértebras de la columna que se encuentran situadas entre cuello y espalda. 

Se rellena el hueco que se crea, al tumbarnos sobre el colchón, entre este y la parte superior del cuerpo. Se alcanza, así, una postura adecuada, que los especialistas llaman “neutral”, reduciendo la posible inclinación o curvatura. 

Hay que tener en cuenta que por el cuello discurren varios grupos musculares, entre huesos tan pequeños como las vértebras, y es una zona con gran número de conexiones nerviosas y densidad vascular. 

Por eso, el uso de la almohada alivia el exceso de presión que se origina sobre las cervicales y mejora la circulación sanguínea, así como la relajación corporal, favoreciendo el desarrollo de sueños reparadores.

Además, hay circunstancias en las que el uso de almohada es casi obligatorio. Es el caso de las personas que duermen de lado, postura que está considerada como una de las más saludables para dormir, especialmente indicada en las mujeres embarazadas. 

También para aquellos que se mueven mucho durante el sueño, que son la mayoría, adoptando diferentes posturas. 

Contar con una almohada permite disponer de una ayuda que mantenga la correcta alineación cuello/espalda.

Consecuencias negativas de dormir sin almohada

Consecuencias negativas de dormir sin almohada

Si tenemos en cuenta lo anterior, habrá que considerar que lo más probable es que durmiendo sin almohada el cuello se encuentre en una posición forzada y algo torcido, en una postura que puede considerarse antinatural. 

Esto tiene una serie de consecuencias negativas:

  • Acumulación de tensión en la zona alta de la espalda y del cuello, que es la fuente de múltiples contracturas musculares. Se produce sobre todo al dormir de lado sin almohada, porque el cuello permanece durante la noche con mucha tensión y el dolor está casi asegurado.
  • Aumento del riesgo de padecer osteoartritis en el cuello. Las vértebras cervicales pueden curvarse más de lo aconsejable y apretar las aberturas de la espina dorsal, haciendo que los huesos se friccionen unos con otros y se erosionen.
  • Presencia de reflujos de ácido procedente del estómago. Al permanecer en posición horizontal el esófago provoca esas fugas hacia la boca que ocasionan molestos despertares nocturnos y problemas gástricos más o menos serios. Hay que tener en cuenta que estos ácidos transitan por zonas que no les son naturales y por eso suelen dañar las paredes del mismo esófago.
  • Dolores de cabeza y lumbalgias en otras partes del cuerpo por las compensaciones musculoesqueléticas que se producen en las malas posturas.

La importancia de contar con la almohada correcta

La importancia de contar con la almohada correcta

Naturalmente, tampoco se trata de dormir con cualquier almohada, porque una que no sea la adecuada para cada persona puede hacer aún más daño. 

Sobre todo, es importante que tenga el volumen ideal, de modo que eleve la cabeza alineando la columna vertebral y sirva para mejorar la calidad del sueño

Así, podemos decir que la almohada correcta será aquella que mantiene una postura más natural en la columna.

En este sentido, la consistencia del relleno, la longitud o anchura son variables que se deben de tener muy en cuenta. 

Igualmente, la postura que se adopte en la cama para dormir también determina la almohada a elegir. Podemos decir que siempre hay un modelo para cada persona.

Dormir de lado no solo es la posición más recomendada por los especialistas, sino que es la más frecuente. En este caso, habrá que recurrir a una almohada alta y firme para que no sufra el cuello. 

Hay que procurar que el volumen cubra la distancia que queda entre los hombros y la cabeza. No ha de quedar nunca ni más arriba ni más abajo. No utilizarla puede ocasionar lesiones diversas y dolores relacionados con ellas en la articulación del cuello. La razón es que cuando dormimos en esta posición la cabeza tiene una tendencia natural a buscar un lugar donde apoyarse. Sin apoyo suele hacerlo de una manera indebida.

También se aconseja contar con una almohada o cojín pequeño entre las piernas, para eliminar tensiones y evitar dolores de espalda al día siguiente.

Si la costumbre es dormir boca arriba, aunque se estima que sólo un 8% de personas duerme en esta posición, se recomienda una almohada de altura intermedia y firmeza media, capaz de soportar correctamente el peso de las cervicales y mantener una posición sin presión a la cabeza, cuello y columna. 

Se debe procurar que la curvatura de la espalda sea natural y la cabeza no quede excesivamente elevada. Respecto a esta posición, si se tienen dolores de espalda es la más recomendable, aunque es probable que se ronque más al dormir así. 

También se recomienda contar con otra pequeña almohada justo debajo de las rodillas. Así se reduce el estrés de la espina dorsal y la parte baja de la espalda puede mantener mejor su curvatura natural.

Dormir boca abajo es la posición menos recomendable por la presión que ejerce sobre los órganos internos. Si, aún así, se opta por esta postura, la almohada deberá ser firme pero bastante delgada, para provocar el mínimo posible de presión sobre la cabeza, el cuello y la espalda.

Hay que tener en cuenta que la cabeza queda de costado muchas horas y la espalda se encuentra en una postura antinatural. Además, no debe permitir que el rostro se hunda en exceso y dificulte la respiración. 

También se puede colocar un cojín pequeño bajo el estómago, para minimizar en lo posible el daño a la columna.

En ocasiones también es recomendable dormir con varias, especialmente para aliviar tensiones y posibles dolores corporales. Por ejemplo, una doble almohada en el cabecero es un recurso muy utilizado. Ya que ayuda a mantener la alineación en cabeza, cervicales y espalda y relaja mejor el cuerpo entero.

Excepciones en las que se puede dormir sin almohada

Consecuencias negativas de dormir sin almohada

Existen algunos casos particulares en los que se aconseja dormir sin este soporte de la cabeza. Son excepciones que tienen que ver con la postura corporal adoptada durante el sueño, la edad, el peso o ciertas enfermedades que se puedan padecer.

Las personas que menos necesitan una almohada son las que suelen dormir boca arriba y se mueven poco durante el sueño nocturno. Además, su complexión no debe ser demasiado grande. De lo contrario existen riesgos notables de sufrir dolores musculares, porque el cuello se inclinará al permanecer así durante tantas horas.

También es posible prescindir de almohada cuando la postura elegida para dormir es boca abajo, postura bastante desaconsejada, ya que se identifica como antinatural. Esta dificulta la curvatura natural de la columna y agrega tensión en toda la zona de la espalda y el cuello.

Si existe una recomendación médica, en algunos casos puede ser indicado dormir sin almohada en personas con obesidad.

Por supuesto, hay una excepción importante y muy conocida al uso de la almohada, como es el caso de los bebés. Por su tamaño, hay una importante desproporción entre la cabeza y el cuerpo, así que es posible que su espalda permanezca recta. 

A medida que vamos creciendo es cuando empezamos a depender de algún soporte de la cabeza que eleve el cuello. Sobre todo, el uso de una almohada en este caso incrementa el riesgo de asfixia y el tan temido síndrome de la muerte súbita del lactante.

En cualquier caso, en la actualidad existe una amplia gama de almohadas de todos los materiales y formas. Todas permiten dormir de forma más cómoda sin prescindir de este complemento.

Lógicamente, no existe la almohada perfecta para todas las personas. Cada uno debe buscar la que se adecúe más a la forma de dormir personal y a sus características fisiológicas.

Igualmente, si se sufre de molestias cervicales o de espalda, dormir sin almohada puede no ser una buena solución a largo plazo.

Lo más seguro es que no haya otra manera de relajar todo el cuerpo sino utilizar una almohada que pueda aliviar todas las tensiones inherentes. Así como todas aquellas que se han ido acumulando en el cuello durante la actividad diaria.

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Foto: Shutterstock

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