Cuánto tiempo puede estar una persona sin dormir
Todavía no se ha podido establecer una razón científica concreta para explicar por qué debemos dormir, ni su papel exacto. Por eso, la gran pregunta es qué nos ocurriría si no cumpliéramos con esa necesidad o cuánto tiempo podría estar una persona sin dormir.
Dormir es tan consustancial al ser humano como a los animales e incluso se ha calculado que el intervalo óptimo de sueño oscila entre las 7 y 9 horas.
De hecho, ninguna de nuestras funciones se detiene completamente mientras dormimos, pues tanto cuerpo como mente siguen en actividad. Aunque los músculos se relajen, siempre hay una zona cerebral que se mantiene alerta para despertarnos si considera que existe algún tipo de peligro.
Lo que sabemos es que dormir es una función de gran importancia para descansar tanto el cuerpo como la mente.
Se ha podido demostrar que dormir es necesario para un correcto funcionamiento psicológico. Así como para desarrollarse, eliminar residuos cerebrales, reparar los tejidos orgánicos o consolidar el aprendizaje y las capacidades de la memoria.
Al mismo tiempo, se ha observado que el sueño provoca en el organismo un cierto reseteo. Tiene propiedades como la mejora del funcionamiento del metabolismo o del sistema inmunitario.
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Cuánto tiempo puede durar una persona sin dormir
Oficialmente, conocemos un límite, un tiempo máximo documentado científicamente. Este está establecido en 264 horas, una cifra que ronda los 11 días.
El protagonista de esta hazaña fue un estudiante de secundaria norteamericano, Randy Garner, que en 1964 batió el récord Guiness de tiempo sin dormir. Hasta ese momento lo ostentaba Tom Rounds, de Honolulu, que había permanecido un total de 260 horas sin dormir.
Ese desafío fue conocido por algunos científicos, como el psiquiatra J. Christian Gillin, de la Universidad de California. El científico aprovechó la ocasión que se le presentaba para estudiar esta cuestión y monitorear todo el proceso, para sacar sus propias conclusiones.
Eso no quiere decir que no se haya hablado de otras personas que dicen haber superado esos límites, pero no han sido comprobados ni registrados.
Debido a los riesgos que implica para el ser humano, el Libro Guiness de los récords dejó de registrar esas marcas. De esta manera evitó fomentar un desafío tan peligroso. En consecuencia, Gardner será ya para siempre el que ostente este récord mundial de no dormir.
Desde el punto de vista científico, lógicamente también existen serios condicionamientos éticos que impiden seguir adelante en los experimentos de privación de sueño para saber realmente si existe un límite en los seres humanos y cuál es ese límite.
Para llegar a ese extremo se ha experimentado con ratas. En estos experimentos, sí que se apreció una afectación significativa y la muerte final después de tres o cuatro semanas de privación de sueño. Sin embargo, no está claro lo que influyó en el desenlace, quizás el estrés o la utilización de químicos para mantenerlos despiertos.
Como conclusión, los investigadores llegaron a considerar que lo que provoca la muerte es más la causa del insomnio que la falta de sueño en sí.
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Los efectos negativos de la privación de sueño
Lo que sí se ha podido observar siempre que se produce esa circunstancia es que los resultados no son nada buenos para el individuo.
En el mismo caso de Gardner, durante su experiencia ya se observaron ciertos síntomas negativos, como deficiencias cognitivas, problemas de habla y alucinaciones. En pocas horas se empezó a mostrar malhumorado, irritado, con movimientos torpes y poco después comenzaron los delirios, alucinaciones visuales y problemas de concentración.
Algo similar ocurre en los diferentes estudios que se han llevado a cabo sobre la privación de sueño observando una serie de efectos adversos comunes. Además, los déficits se incrementan de forma significativa según aumentan las horas en vela. Al sobrepasar la barrera de las 72 horas sin dormir ya se pueden observar problemas para la salud.
Básicamente, falta de concentración, motivación y percepción. También afecta a los sentidos, con mermas evidentes en la visión, el oído e incluso el tacto. Los efectos más comunes son dolores musculares y problemas de salud mental. Normalmente, aumenta la irritación y el malhumor, porque el organismo produce niveles más altos de adrenalina y cortisol, las hormonas del estrés.
Se cae en la confusión mental y asoman las paranoias y las alucinaciones. Conduce a una despersonalización y falta de contacto con la realidad, limitándose la capacidad de concentración y de percepción.
Los estados alterados de conciencia hacen que el cerebro esté durmiendo aunque los ojos permanezcan abiertos y hace que el individuo en cuestión presente alucinaciones.
También se registra una reducción de la actividad mental y la concentración. Surgen problemas de memoria y en el sistema cognitivo, además de síntomas similares a los del trastorno por déficit de atención, con hiperactividad y ebriedad.
Además aumenta la presión sanguínea y los ritmos cardiacos se ven desequilibrados. El sistema inmune empieza a fallar y a debilitarse, advirtiéndose una especial disminución del número de leucocitos.
No es eso todo, porque también aumenta el riesgo de contraer diabetes, al presentar una mayor resistencia a la insulina. Aumentan los niveles de colesterol, con la pérdida o ganancia de peso por obesidad. Se reproducen muchos otros síntomas como fatiga, migrañas, mareos y náuseas o visión borrosa.
Por suerte, se ha demostrado que después de un par de días y algunas noches recuperando el sueño perdido, volvieron a encontrarse bien y no presentaron secuelas.
Los síntomas desaparecen con volver a descansar lo suficiente. En el caso de Randy, después de una larga sesión de 15 horas de sueño, se le hizo un chequeo. Se demostró la ausencia de secuelas, ni físicas ni psíquicas.
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Entonces, ¿se puede aventurar un límite de tiempo sin dormir?
Aunque se conocen todos esos efectos negativos, la ciencia no se atreve a aventurar cuánto tiempo podría estar una persona sin dormir. Ni siquiera si esa falta de sueño pudiera ser fatal para el organismo.
Anque no es descabellado suponerlo si se tiene en cuenta el daño progresivo sobre el sistema nervioso y su incidencia negativa sobre los diferentes órganos. Aparte de que la caída del sistema inmunológico haría a ese organismo bastante más vulnerable a bacterias y virus.
Sin embargo, es más aceptada la idea de que, simplemente, se llegaría a un punto en que resultaría materialmente imposible permanecer sin dormir. Aquí entraría el fenómeno de los microsueños, sueños involuntarios de escasos segundos en la persona, incluso dentro de la más prolongada vigilia.
Sencillamente, aunque las personas siguen creyendo que permanecen despiertas, están durmiendo. Esto demuestra que el insomnio nunca es total y condiciona la medición de forma significativa.